2010-12-17

45 minutos tarde

(Del blog de Guillermo Nagore)

El otro día fuí al teatro, que me gusta mucho. Llegué 45 minutos tarde y allí estaban los actores esperándome sobre el escenario encantados de verme mientras el público se ponía en pie sobre la platea para ovacionar largamente mi entrada. Por la mañana, ya había comunicado pertinentemente mi retraso al Ministerio de Cultura y a la SGAE. Que ovación me dieron los del teatro, de las de no olvidar. Al día siguiente tenía boda, de las buenas, de las de con cura y todo el monario, y allí aparecí, con mi puntual retraso de 45 minutos, dejando en mera anécdota los 15 minutillos habituales de la novia. Pero nadie se movió, los novios esperaban pacientes y sonrientes en la puerta, los amigos del novio decían chorradas mientras el coro entonaba una y otra vez sin descanso el Ave María bajo las ordenes del cura. Los novios y yo entramos en la Iglesia entre la alegría general y los tradicionales gritos de Qúé guapo está el invitado. Previamente, ya había comunicado mi horario de llegada al Arzobispado de la zona y el Vaticano tenía noticias mías vía burofax. Al día siguiente, resaca y al tren, que había que volver a casa después de la parranda. El tren salía a las 12 de la mañana así que a las 11.30 llamé al director de Renfe y al ministro de Fomento para comunicarles mi llegada a las 12.45, que se produjo entre los vítores del revisor y el desbordante entusiasmo del maquinista, mientras los pasajeros entonaban alegres melodías para amenizar la espera. Lo duro llegó a la noche, cuando me comunicaron que se me había agotado el crédito y me tenía que quitar la careta de Pep Guardiola.

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